
Hablemos de Deber y Dignidad
Asunto: Las lecciones olvidadas del servicio público.
Estimados vecinos, jóvenes y no tan jóvenes de Beniaján:
Después de tantos años trabajando en esto, uno cree haberlo visto todo. Sin embargo, la situación generada por la Casa de Acogida me deja atónito. No por el proyecto en sí, sino por la ingenuidad —o peor, la negligencia— con la que nuestra representación municipal está manejando un asunto que afecta directamente la paz de todos. Escucho al Señor Pedáneo lamentarse de que ha sido “engañado”. Permítanme que les diga, con el respeto que merecen las urnas, que esa excusa es un disparate. Es un intento de disfrazar con la palabra “traición” lo que la Administración, con todas las letras, llama incumplimiento del deber de diligencia. En el servicio público, la palabra de un político, por muy Consejera que sea, tiene el valor de una servilleta de papel si no va acompañada del expediente. Las decisiones que afectan la vida y el territorio de un pueblo no se toman con apretones de manos; se toman con resoluciones, decretos y certificados. El Pedáneo, al salir de una reunión de ese tipo —la supuesta celebrada con la Consejera para abordar el albergue de MENAS—, no es un vecino más que se contenta con un “no te preocupes”. Es la máxima autoridad municipal en la pedanía, y su obligación inmediata es exigir un documento: poner negro sobre blanco. No puede pasar ni un solo día sin que un escrito formal salga de nuestro Ayuntamiento hacia la Consejería, reclamando que se ponga fin al proyecto por escrito y se deje constancia pública de ese compromiso. Si eso no ocurre, la promesa es simplemente un cuento de hadas, pero lo hecho, hecho está. Lo importante ahora es entender que el poder de nuestro Ayuntamiento para frenar el proyecto no está en un convenio autonómico firmado por terceros, sino en la propia Ley Urbanística, en el control que nos otorga sobre cada ladrillo que se coloca y cada actividad que se ejerce en nuestro suelo. Si la Fundación puede abrir la Casa de Acogida, es porque presenta la Declaración Responsable, un trámite que le permite abrir las puertas al instante. Que el Pedáneo se “entere el jueves”, cuando el rumor ya vuela por la pedanía, es el síntoma más grave de su inacción. ¿Acaso la Alcaldía no tiene la capacidad de comprobar si se ha presentado esa Declaración? ¿Acaso no tiene la obligación de vigilar si la casa cumple con la Ley de Accesibilidad? Un cambio de uso de vivienda a “Centro Asistencial” exige el cumplimiento estricto del Código Técnico de Edificación: rampas, ascensores y baños adaptados. Si el proyecto que se presenta no incluye estas obras, la Declaración puede ser cuestionable. En lugar de quejarse de un supuesto engaño externo, el Pedáneo debe ordenar a los técnicos municipales que activen la única vía legal de defensa: declarar la ineficacia de la Declaración Responsable por incumplimiento de la norma técnica, si procede. Y si todo está en orden, ajo y agua; toca asumirlo y seguir adelante. El deber de un Pedáneo es proteger a su pueblo con expedientes, no con una fe ciega. Lo que estamos viendo no es un engaño; es una negligencia institucional de la que todos debemos tomar nota. Y a ustedes, vecinos, también les corresponde una parte de esa responsabilidad. Porque, ¿cuántas mentiras más necesitan escuchar para entender que todo aquello que no se ofrece por escrito, firmado y sellado, no tiene valor alguno? Tanta es la obligación del Pedáneo de velar por el cumplimiento de la ley como la de los ciudadanos de no creerse nada que se diga de viva voz y de exigir siempre que todo se formalice por escrito. Si al salir de aquella reunión no tenían ningún documento que garantizara lo prometido, y aun así vieron que en esa casa se seguían haciendo obras, el deber era claro: ponerlo en conocimiento, no solo del Ayuntamiento, sino del resto del pueblo, hacer saltar la alarma y exigir, esta vez sí, papeles y compromisos firmados. Callarse, aceptar la palabra dada y marcharse a casa esperando que las cosas se arreglen por sí solas es de una ingenuidad tremenda. Esa costumbre de hacer las cosas en petit comité, de dar por buena la promesa verbal del político de turno, no hace sino confirmar que os engañan como quieren. La responsabilidad de exigir transparencia no es solo institucional: es también ciudadana. Y si el pueblo no aprende a reclamar con rigor, seguirá siendo tratado con condescendencia.
Reciban un cordial saludo,
Firmado: J. M. C. Funcionario de Carrera del Cuerpo de Gestión (A2) De la Administración Autonómica.